miércoles, 4 de diciembre de 2013

La Alegría del Evangelio

El día 24 de noviembre el papa Francisco nos regaló la exhortación apostólica Evangelii gaudium. Una exhortación apostólica se promulga normalmente después de un Sínodo de obispos. Esta recoge las reflexiones de los padres sinodales, es este caso es  sobre “La nueva evangelización en la transmisión de la fe” que se celebró en el mes de octubre del año 2012.
El Papa expresa su deseo de dirigirse a todos los fieles cristianos para invitarles a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría del anuncio del Evangelio e indicar los caminos para la Iglesia en los próximos años.
Es una llamada a todos los cristianos para que renueven su fe con un encuentro personal con Jesucristo o al menos dejarse encontrar por Él y de esta manera, lleven a los demás el amor de Jesús en un estado permanente de misión.  
El Papa invita a recuperar la frescura original del Evangelio, encontrando nuevos caminos  y  métodos creativos, a no encerrar a Jesús en  “esquemas aburridos”. Es necesaria “una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están” y una “reforma de estructuras” eclesiales para que “todas ellas se vuelvan más misioneras”.
Esta conversión debe ocurrir también en el papado  para que sea “más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización”.  También menciona a las Conferencias episcopales para que vivan una  “una saludable descentralización”. En esta renovación no hay que tener miedo de revisar costumbres de la Iglesia “no directamente ligadas al núcleo del Evangelio, algunas muy arraigadas a lo largo de la historia”.
Es un extenso documento del que pasamos a resumir el capítulo cuarto que habla de la “dimensión social de la evangelización” que es a nuestro entender el que está más relacionado con la misión encomendada a Justicia y Paz, aunque el resto del documento también nos debe interpelar como cristianos.

A imagen de la Trinidad.
El misterio de la Trinidad nos recuerda que fuimos hechos a imagen de esa comunión divina, por lo cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos. Existe una relación estrecha entre evangelización y promoción humana. El dejarse amar por Dios, provoca en el creyente una reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás. Es necesario no “perder el asombro, la cautivación, el entusiasmo por vivir el Evangelio de la fraternidad y de la justicia”. Lo que hagamos por los demás tiene una dimensión trascendente.
El Papa nos recuerda que cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad. A veces esta liberación es la de los pueblos más pobres de la tierra, para que ellos mismos sean artífices de su destino. Hace notar el Papa que con frecuencia se está muy preocupado en cuidar la ortodoxia y en cambio se actúa pasivamente frente a injusticias intolerables y frente a los gobiernos que las mantienen.
Esta actitud de liberación hacia los pobres no debe llevarnos a un “desborde activista”  hacia ellos sino a una verdadera preocupación por los mismos a partir de la cual se desea buscar efectivamente su bien, atendiéndolos también espiritualmente de forma prioritaria.
Las causas estructurales que provocan la pobreza deben ser resueltas sin dilaciones. Es necesario que los mercados renuncien a su autonomía absoluta y a la especulación financiera. Toda política económica debería estar articulada teniendo en cuenta la dignidad de cada persona y el bien común. Al sistema económico actual le molesta que se le hable de ética, solidaridad mundial, distribución de los bienes, preservación de las fuentes de trabajo, dignidad de los débiles, de un Dios que exige un compromiso por la justicia.
El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico ya que necesita una serie de programas, decisiones, mecanismos y procesos orientados a una mejor distribución de la riqueza, a la creación de puestos de trabajo,  a la promoción integral de los pobres más allá del asistencialismo. La economía debe asegurar el bienestar económico de todos los países y no sólo el de unos pocos.
Estamos llamados a cuidar de los más frágiles de la tierra, tenemos que reconocer a Cristo sufriente en las personas sin techo, toxicómanas, refugiadas, ancianas, abandonadas, los pueblos indígenas… El Papa reconoce angustiarse por aquéllos que son víctimas de trata de personas: talleres clandestinos, red de prostitución, niños utilizados para la mendicidad, economía clandestina por no estar regularizadas las personas…y especialmente las mujeres que son víctimas de exclusión, maltrato y violencia. Entre los más débiles de la tierra están también los niños por nacer.
Esta preocupación no debe ser  sólo por los seres humanos, sino también por toda la creación ya que no somos meros beneficiarios sino custodios de las demás criaturas.
La paz social no se puede entender como una actitud de evitar la confrontación  o por la mera ausencia de violencia. “Las reivindicaciones sociales, que tienen que ver con la distribución de los ingresos, la inclusión social y los derechos humanos, no pueden ser sofocadas con el pretexto de una paz efímera para una minoría feliz”. La paz se construye día a día según el orden querido por Dios que comporta la justicia entre los hombres. El diálogo social contribuye a la paz. Este diálogo tiene distintos aspectos:
  1. Diálogo entre la fe, la razón y las ciencias. La fe no le tiene miedo a la razón; al contrario, la busca y confía en ella porque la luz de la razón y la fe provienen de Dios y no pueden contradecirse entre sí. Cuando el desarrollo de las ciencias, actuando con rigor llega a una conclusión evidente, la fe no la contradice.
  2. Diálogo ecuménico. El deseo de Jesús es que “seamos uno”. La credibilidad del anuncio cristiano sería mucho mayor si los cristianos superaran sus divisiones. Esta división es particularmente grave en aquéllos países sacudidos por la violencia. Somos peregrinos y peregrinamos juntos.
  3. Relación con el judaísmo. La Iglesia, que comparte con el Judaísmo una parte importante de las sagradas Escrituras, no puede considerar al Judaísmo como parte alejada de ella. Esto hace que el Papa lamente “sincera y amargamente” las terribles persecuciones de las que fueron y son objeto el pueblo judío, especialmente aquéllas que involucran a cristianos.
  4. Diálogo interreligioso. Debe haber una apertura “en la verdad y en el amor”, a pesar de los fundamentalismos de ambas partes, con los creyentes de religiones no cristianas. Debe ser una apertura a ellos, compartiendo sus alegrías y sus penas. Así aprendemos a escuchar a otros “en su modo diferente de ser, de pensar y de expresarse” para asumir juntos el deber de servir a la justicia y la paz, que deberá convertirse en un criterio básico de todo intercambio.
  5. Diálogo social en un contexto de libertad religiosa. Los creyentes se sienten cerca de aquéllos que no forman parte de alguna tradición religiosa, pero que “buscan sinceramente la verdad, la bondad y la belleza”.
Termina el Papa la exhortación hablando de la María que fue dada a los creyentes en la cruz como Madre. “Ella es mujer de fe que vive y camina en la fe”, dejándose conducir por el Espíritu. En ella vemos que la humildad y ternura no son virtudes de los débiles, sino de los fuertes.
Esta “dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial de evangelización”.

 Isabel Cuenca Anaya
Secretaría General de la Comisión General de Justicia y Paz

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