jueves, 5 de diciembre de 2013

En las manos de Dios.

Para el "Día del Voluntariado" nos planteamos publicar en nuestro blog algún testimonio sobre esa experiencia.
Quien nos remite el siguiente escrito pide que "le corrijamos los errores o faltas que pueda tener, que lo afinemos un poco"... pero ¿cómo hacer con esta perla que comparte con todos?.
Gracias, Mari, muchas gracias por este trozo de corazón).

Creo que no puedo ocultar mi identidad. Soy Mari, la maestra de los salones parroquiales. De las clases de refuerzo escolar que organiza Justicia y Paz en la Parroquia de La Cruz del Señor.
Allí estoy junto a mis compañeras de lunes a jueves de 5 a 6:30 de la tarde. En ese reducido espacio, pegaditos codo a codo, 40 niñas y niños desde los 6 años hasta la adolescencia, tratan de descifrar sus tareas escolares.
Comencé el año pasado en agosto y desde ese momento tuve un “reencuentro con mi Fe”.
Organizamos al grupo de voluntarios: jubilados y jubiladas con ganas de seguir dándolo todo por transformar el mundo, jóvenes recién graduados que necesitan tener la experiencia en vivo de la enseñanza, estudiantes universitarios sedientos de ayudar al otro, personas de edad media capturadas en la espiral del paro y la imperiosa fuerza de sentirse útiles. Todos y todas empeñados en que estos chicos y chicas cuenten con un futuro mejor, que logren salvar ese “gap” y se catapulten hacia una vida más justa que las que les ha tocado a sus padres.
En lo personal, para mí ha sido un encuentro con muchísimas fuerzas que me han alimentado, fortalecido, apuntalado, apoyada. El amor de los niños y niñas, los sentimientos que generan en mi me dan energía para comerme el mundo: su alegría, cariño, calidez, agradecimiento, me dan el empuje para no dejar caer mis brazos ante las cosas que me pueden estar pasando en la vida.
El compañerismo, la magia que tiene la juventud de mis compañeras que me dan aliento, me acerca a su mundo, me facilita comprender la vida con otros ojos ¡me enseñan!. Son una fuente de aprendizaje invalorable. Su reflejo, su visión, su apoyo, cariño, alegría, ánimo, fuerza,  me activan ¡me rejuvenece!.
Las actividades de refuerzo, además, me han permitido el ejercicio de mi profesión, de mi carrera, vocación y pasión. Algo que he tenido negado desde que regresé a mi tierra, por muy variadas razones… estos espacios se han abierto y el éxito de cada niño y niña es un reafirmarme en este sentido.
En resumen, del amor también se vive, ¿Por qué no?, Dios me lo demuestra en cada paso que doy.
Mari

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