domingo, 1 de septiembre de 2013

¿Cómo va esa Salud?

El 30 de junio de 2013 ingresaron a un hombre de 96 años en un hospital público, de una comunidad autónoma española.
¿Su problema?: Todo cuanto comía era vomitado, no pasaba del estómago al intestino delgado; en su último vómito arrojó al exterior un coágulo de sangre que asustó, por fin, a ese buen hombre y decidió contarlo a sus hijos (hasta ese instante interpretó únicamente que "le sentó mal algo de lo que comió" y por eso no le pasaba la comida) ya que ... eso del coágulo de sangre... no era para nada normal.
De inmediato sus hijos lo transladaron al Hospital General donde le hicieron varias pruebas y analíticas para detectar las razones de aquello; pronto descubrieron que "tenía obstruído el paso del estómago al intestino delgado", pero desconocían las razones de esa obstrucción ya que por más limpieza que se llevó a cabo en el lugar... la obstrucción permanecía.
Se le practicó una "biopsia" con la intención de averiguar la naturaleza de aquella obstrucción. ¿Una simple inflamación del intestino delgado en su tramo pegado al estómago?, ¿un tumor cancerígeno en el intestino?,... Han pasado dos meses y "no han llegado" los resultados de tal análisis.
Mientras llegaba respuesta a estos trabajos había que hacer algo con el paciente, así que reunidos el equipo médico con los familiares del mismo se les informó de distintas opciones, todas viables según el equipo médico, ante las cuales estos familiares debían optar por una u otra.
  1. Operación quirúrgica. Un by-pass: perforando el estómago por un punto sano y conectándolo con una parte cercana y sana del intestino delgado de manera que pudiera volver a alimentarse de manera normal tras el período postoperatorio; (esta opción era considerada de riesgo medio pero perfectamente realizable si no surgían imprevistos que pudieran complicar la operación,ya que este paciente tenía un corazón bastante fuerte todavía a pesar de su edad).
  2. Operación quirúrgica. Arrancar toda la zona afectada por esa inflamación aparente del intestino delgado y conectar de nuevo el estómago con la parte sana de ese intestino; (esta opción era considerada como la más peligrosa de todas, según el equipo médico).
  3. No operación quirúrgica. Bastaría con realizar una adecuada limpieza de todo el aparato digestivo y administrarle componentes alimenticios siempre líquidos; no podría tomar purés ni mucho menos alimentos sólidos jamás; (era la  opción que más aconsejaba el equipo  médico: daban por hecho que a los 96 años una persona ya no puede dar más de sí y cualquier intervención quirúrgica podría suponer un grave problema que acelerara su muerte; aseguraban, no obstante, que de adoptar esta tercera vía su vida se prolongaría no mucho más de unos meses).
Los familiares decidieron, tras una semana "para pensar" en que enviaron al paciente a su casa, que lo mejor era adoptar la 1ª opción. Y así se llevó a cabo; el 25 de julio volvió de nuevo al hospital en el que se le hicieron una serie de analíticas y a continuación se le practicó la operación quirúrgica de acuerdo con la opción elegida por la familia y aceptada por el paciente.

Empieza el calvario.
Si lo anterior no fue para nada agradable, esto que viene a continuación fue espantoso de necesidad.
La operación salió bien, muy bien, según el equipo médico. El paciente entró en su habitación tras dicha operación con un tubo que entrando por la nariz llegaba a su estómago para recoger allí los jugos gástricos, sangre y cualquier otro líquido que allí se hallara; el compuesto tenía un color rosado que iba a parar a una bolsa hermética transparente conectada con el tubo. Unos goteros le aportaban medicación diversa (calmantes y demás).
Al día siguiente, por la mañana, uno de los familiares que había pasado toda la noche con el paciente, observó que éste ya no tenía el tubo entrando por su nariz; avisó a las enfermeras y éstas, tras un momento en que deliberaron con la doctora que coordinaba el tratamiento de este paciente, comunicaron que "ya no era necesario este tubo ya que si el  paciente no había vomitado ni mostraba problema alguno... lo mejor era dejarle ya sin este tubo".
Ese mismo día empezaron a darle agua para beber y algún caldo; al día siguiente ya le dieron caldos de distintos sabores; al tercero le daban purés y sopas de fideos; al cuarto le daban sólidos -tanto en los platos como en el postre-.
Durante esos días el paciente defecaba unas heces negras y de aspecto muy extraño; sus fuerzas iban en declive y llegó un momento en que ya no quería ni comer, nada, absolutamente nada,... sin embargo el tratamiento no cambió, incluso la medicación se le administraba totalmente en pastillas, nada se le daba ya en gotero.

Todo fuera.
La doctora en cuestión tenía previsto darle el alta al paciente llegado el quinto día; hubiera bastado que las analíticas hubieran dado buen resultado ya que todas las indicaciones que los familiares le iban transmitiendo, según ella, carecían de valor, no significaban nada grave.
Al cuarto día el paciente tuvo vómitos enormes, muy fuertes y dolorosos y en el último echó fuera un buen trozo de sangre coagulada que recordaba lo que le pasó antes de ser ingresado. Inmediatamente, entonces sí, el equipo médico decidió "no correr tanto" y volver a los goteros"; la analítica, además, reveló al día siguiente que "tenía anemia en la sangre", así que... no podían darle el alta ni lo podían enviar a casa.
Distintas lecturas.
Según el equipo médico esto no tenía nada que ver con la operación sino con complicaciones que se habrían generado después (pero no determinaron qué complicaciones eran ésas).
Según los familiares estaba muy claro que todo arrancó del momento en que la doctora decidió no volverle a introducir el tubo que limpiaba el estómago tras la operación; ¿de dónde, si no, salió el coágulo de sangre en el último vómito? y también de interrumpir el tratamiento que tenía antes de la operación también por orden de la nueva doctora. Cuando estos familiares plantearon estas cuestiones se les contestó que "ese tratamiento lo tenían que haber traído ellos desde casa y habérselo administrado conforme se había hecho hasta ese momento"; a cuadros, se quedaron "a cuadros".

Y vuelta a empezar... pero desde más abajo.
Entubaron al paciente, le llenaron de goteros,... ya no se podía ni levantar. Los familiares iban informando constantemente y de manera inmediata de cualquier cambio que observaran en el paciente; entre sí se iban turnando para cubrir las 24 horas de cada día y comunicándose también entre sí todas las informaciones relacionadas con el familiar ingresado y así llevar un mejor control del seguimiento a realizar.
Si el paciente tenía hipo -que era muy frecuente al principio- ellos solicitaban algo para solucionarlo ya que "el  hipo le impedía descansar, no le dejaba ni dormir,... y si una persona enferma no logra descansar ¿cómo va a mejorar?".
Afortunadamente el equipo médico siempre fue atendiendo estas demandas y se iban solventando según iban informando los familiares.
Más tarde se iba viendo que el paciente perdía las ganas de vivir, aturdido de dolor y desanimado por verse todavía allí  (era la primera vez en su vida que pasaba tanto tiempo en un hospital y más de esta manera) sin sentirse mejor sino bien al contrario, le llevaban a desear que le dejasen en paz, dejarse morir,... porque estaba convencido de que "si no mejoraba era porque era imposible lograrlo".
Los familiares pidieron entonces "ayuda psicológica", de algún profesional que pudiera hacer terapia con el enfermo y tratara de hacerle cambiar ese fatalismo que se iba adueñando de él; la respuesta de la doctora al respecto fue:
- "Eso es inviable puesto que sólo hay un psiquiatra para todo el hospital y además no iba a realizar terapia alguna, únicamente se le administrarían medicamentos que provocaran un mayor optimismo pero más nada".
Ante la insistencia en este punto, como también en relación con otras dificultades detectadas en el paciente esta doctora recurría constantemente a la retórica de que "es que es una persona ya muy mayor, ¡ya tiene 96 años! y ustedes no parecen querer darse cuenta de eso, ya se les avisó de que la operación tenía sus riesgos aunque saliera bien; todo es debido a la edad".

¿Todo es debido a la edad?.
Este hospital veía reducida su plantilla cada viernes por la tarde hasta el lunes de madrugada; desaparecía la mitad del personal y había dificultades incluso para reponer el jabón, papel, toallitas de aseo,... en las habitaciones; las pocas personas que quedaban para atender a todo el hospital  -los pacientes no se iban de fin de semana a sus casas- debían multiplicarse de mil maneras para poder atender las naturales necesidades que seguían siendo las mismas que de lunes a viernes.
Había conteo de cada pañal, de cada toallita de aseo, de cada guante de látex, de cada bata verde desechable,... con tanta rigurosidad que hasta daba apuro andar mendigando una unidad tras otra una vez consumidas las anteriores; todo por los "recortes", supuestos recortes en materiales que, según algunos, antes se despilfarraban exageradamente.
Ni que decir tiene que "no había agua potable para los pacientes", menos aún para los acompañantes de las personas enfermas. Si querías tener agua la tenías que comprar en las máquinas expendedoras ubicadas en el hospital o bien adquirirlas en el bar del hospital. Los menús de este bar eran relativamente económicos, eso sí: podías comer relativamente bien con un menú de 7'50 € por persona; un desayuno normal te podía salir por menos de 3 € (café con leche y alguna pieza de bollería).
Estas últimas cosas son minucias, pero a juicio de quienes han de pasar incluso meses en un hospital es obvio que hay cosas que "no tienen su base en la edad de las personas enfermas" sino en la escandalosa falta de relación entre las "necesidades de las personas ingresadas" y las "atenciones que esas personas precisan para su adecuada rehabilitación".

De alta, por fin.
A falta de semana para terminar agosto le retiraron al paciente los tubos,en primer lugar, y luego los goteros de alimentación y de medicación, escalonadamente. A partir de ahí la persona enferma experimentó una mejoría muy notoria, lo cual animó al equipo médico a plantear de nuevo la posibilidad de aportarle la alimentación de manera natural; la inflamación de los órganos interiores había decrecido y la infección de la herida exterior había desaparecido, por fin.
Los familiares redoblaron sus ánimos para con la persona enferma pero no dejaron de advertir de que "por favor no tuvieran tanta prisa en darle el alta y procuraran ir más despacio a la hora de reanudar la alimentación natural".

Así hizo el equipo médico y a finales de agosto... ya estaba en su casa este hombre de 96 años, viejo, muy mayor, pero con esperanzas de vida digna merced a la insistencia de sus familiares en "adecuar los medios a las necesidades de la persona" y no al revés -que es lo que parece estar haciendo la Administración pública: "someter a las personas a las migajas que les quieran conceder", sean cuales sean los resultados finales.

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