sábado, 30 de marzo de 2013

De la vida vengo...

"Estas misas de la Semana Santa siempre me han gustado, no son como las demás". Así me decía por teléfono un amigo que, dicho sea de paso, apenas pisa la parroquia, no va a Misa casi nunca... salvo por Semana Santa; le pregunté, esta vez, sobre sus razones para opinar así y me respondió:
- "De principio a final observo que se menciona a la gente que lo pasa mal y las lecturas bíblicas me hacen pensar en quienes hoy lo pasan como él; la Misa se convierte en algo que me recuerda los telediarios y lo que veo en mi propio barrio pero con una perspectiva nueva".

Este amigo ronda el medio siglo contemplando la luz de este mundo, se considera a sí mismo creyente pero "no-practicante" ("porque no voy a Misa", dice,... pero yo veo que se desvive por su familia, no olvida a sus amigos, ayuda económicamente y de muchas otras maneras a todo el que puede ayudar... y eso, eso es "ser practicante" aunque él piense que no "porque en otro tiempo le dijeron otra cosa").
Esta conversación me trajo a la memoria un texto que el hermano Ismael Martín compartió con el equipo de Pastoral Penitenciaria hace unas semanas y que llama la atención precisamente con esa cercanía "fe-vida". Unos retazos de su exposición:
Eucaristía... ¿es lo mismo que cualquier acto social?.
Hay que tener muy claras algunas cosas antes de celebrar la Eucaristía, porque si no... corremos el riesgo de hacer un rito y sólo un rito vacío. Corremos el riesgo de que San Pablo nos pueda decir: "Eso que hacen ya no es la  Cena del Señor" (1ª Cor.11,20). Pensemos si nuestras celebraciones lo son de verdad y si hacemos para que lo sean... o bien nos abandonamos al formulismo sin más. ¿Pueden celebrar la misma fe explotadores y explotados, amigos y enemigos, sin que esa celebración obre cambios en ellos?; si no obra ningún cambio ¿qué fe están celebrando?; celebrar juntos la Eucaristía es celebrar la fe común, la fe de la comunidad y en la comunidad que nos une, la fe del compartir todo entre hermanos, como hace Jesús y como nos enseña la fe de la Iglesia.
El culto sin vida, no sirve. El culto de los explotadores es aborrecido por Dios.
Veamos: Is.1,10-17; Am. 5,21-24;  Sal.49; Hb.10.
Nuestro Dios aborrece los sacrificios formales, no quiere ritualismos desconectados con la vida; no desea ofrendas vacías de contenido vital; no gusta de frases hechas que ni siquiera son conscientes;... Dios sólo quiere que hagamos su voluntad. ¿Y cuál es su voluntad?... basta con leer su Palabra para darnos cuenta enseguida.
Tomarse en serio la Encarnación.
El Hijo de Dios se hizo carne. Dios ya tiene, en Jesús, humanidad. La carne, toda carne es sagrada. Todo ser humano está iluminado por la luz de Dios (Jn.1). Antes, Dios, era "el que está arriba",  Dios era "el Otro"; ahora Dios "está abajo", Dios "está en el otro". Antes los otros podían distraer del camino que lleva a Dios; ahora el ser humano es el mejor camino para llegar a Dios, porque en el ser humano, que es su templo, lo encontramos. El ser humano es el mejor sacramento.
¿Quién podría decir que Jesús no hace con los pobres lo mismo que hizo con el pan en la Cena: "Tomó a los pobres en sus manos y nos dijo: 'Acójanme, cuídenme, que esto es mi cuerpo'?".
Leamos Mt.25,34-40:

  1. "¿Cómo vas a amar a Dios a quien no ves, si no amas a tu hermano a quien ves?" (1ª Jn.4,20).
  2. "Si vas a llevar tu ofrenda al altar y allí descubres que tienes algo contra tu hermano..." (Mt.5,23).
  3. "Ustedes son el Cuerpo de Cristo" (1ª Cor.12,27).
  4. "El camino que la Iglesia tiene que recorrer es el camino de la persona humana" (Juan Pablo II).
El "sí" o "no" que demos al ser humano; el bien o el mal que sembremos; el compromiso o la indiferencia que vivamos con la gente... es la fe vivida o falta de fe. El cómo vivamos, capacita o imposibilita para el encuentro con Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo y Padre de todo ser humano.

Dios es amor, donación, comunión.
"Todo el que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios".
  • Sólo conoce a Dios el que ama.
  • Si nos amamos Dios está en nosotros.
  • Si nos amamos nosotros estamos en Dios.
  • Jesús no entregó su cuerpo y su sangre a Dios, sino a la humanidad. Pero fue el mayor acto de culto y alabanza al Padre (Carta a los Hebreos): "Tú no quieres sacrificios... aquí estoy".
  • San Pablo nos dirá: "Ofrézcanse como hostias vivas y hagan del amor la norma de su vida, a imitación de Cristo que nos amó y se entregó a sí mismo como ofrenda..." (Ef.5,2).
  • La vida vivida en amor, más que las ceremonias, es lo que Dios -que es Amor- quiere de nosotros.
Dios no está conforme de cómo están las cosas, Dios tiene un sueño para sus hijos, Dios es un rebelde.
Veamos Ap.21,1-7.
El Dios que hizo toda la Creación, el que nos dio un paraíso,... el Dios que ve, oye y conoce los sufrimientos del pueblo de Israel en Egipto... ve nuestro mundo y ve división, enfrentamiento, llanto, muerte,... Ve el cielo viejo y la tierra vieja donde sus hijos lo pasan tan mal.
Y sueña con un cielo nuevo y una tierra nueva donde todo eso no suceda. Y se ha puesto a trabajar para que vaya surgiendo."El Padre siempre trabaja" (Jn.5,17), nos dice Jesús. Este mundo nuevo lo ha comenzado con su Hijo, quien "pasó haciendo el bien y curando las dolencias del pueblo" (Hch.10,38). Y lo quiere seguir haciendo a través delos hombres y mujeres nuevos, a imagen de su Hijo.
Todo encuentro que se pretenda sincero y auténtico con Dios no puede olvidar este sueño de Dios, por el que Él mismo trabaja y al que Jesús entregó su vida. Es lo que llama el Reinado de Dios. "Esto es lo que hay que buscar primero y lo demás vendrá por añadidura" (Mt.6,33).
De dónde venimos, cómo venimos,... cuando vamos a Misa.
Llevar el cuerpo a Misa y ponerlo un tiempo, como se pone un mueble en cualquier lugar... así hacemos a veces. El que lleva sólo el cuerpo ¿dónde ha dejado la vida?.
Somos mucho: sentimientos, amigos, familia, trabajo, pensamientos, actitudes,... ¿cómo se va a llenar de luz nuestra vida?, ¿cómo vamos a cambiar si no la confrontamos?. Hay que traer la vida. Hay que venir de la  vida. Hay que bajar del Tabor, hay que dejar de mirar al cielo. Hay que mirar a donde nuestro Dios mira: al mundo, al que tanto ama y en el que se encarnó (Jn.3,16).
¿Qué hizo Jesús en sus 30 primeros años?. Mirar la vida y mirar al Padre, oir a la gente y oir al Padre. Sólo tuvo 3 años para juntar las dos cosas.
Treinta y tres años aprendiendo a querer a la gente, a entenderse como un pan que alimenta la vida de otros. Treinta y tres años aprendiendo a amar hasta que duela. Treinta y tres años viviendo, preparándose, para que fuera muy verdad, una cena, un gesto, una entrega. O lo que es lo mismo: su Misa duró 33 años. El mejor culto a Dios fue largamente preparado.

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